Alimentación sustentable, turismo sustentable, desarrollo sustentable, economía sustentable, transporte sustentable… y le llegó el turno a la luz: la llamada “iluminación sustentable” o, también, iluminación saludable, una impronta que expertos del mundo se pusieron de acuerdo en llamar Human Centric Lighting o, en español, “iluminación centrada en el ser humano”. ¿En qué consiste?
Mientras es obvio que la luz permite ver, quienes trabajan en este campo buscan poner de relieve los beneficios “no visuales” que también reporta la luz, tan escasamente difundidos como el hecho de que en la Argentina varios equipos del Conicet se empeñan en investigarlos.
El foco de su trabajo está puesto en cómo, respetando lo más posible el medio ambiente y aprovechando al máximo los avances tecnológicos, darle una vuelta de tuerca superadora a la clásica antítesis natural vs. artificial. La idea es “recuperar”, en un sentido fresco, eso tan básico que perdimos como especie: la plenitud de nuestro ritmo biológico, donde la luz juega un papel elemental. Un adelanto: la iluminación centrada en el ser humano apunta a un mejor aprovechamiento de ambas, la luz natural (el sol) y la luz artificial.
Antes de los detalles, algunos datos duros provistos por una experta en esta materia, Andrea Pattini, directora del Instituto de Ambiente, Hábitat y Energía (Inahe), dependiente del Conicet:“Al aire libre, los cambios en los niveles de luz y del color de la luz ocurren gradualmente y eso permite que nuestros cuerpos se adapten y se ajusten a esos cambios.
Todo eso afecta el estado ánimo de las personas, sumó Andrés Martín, científico del Instituto de Investigación en Luz, Ambiente y Visión (ILAV-Conicet-UNT). Su trabajo, dijo, se basa en tres pilares. Por un lado, en la premisa de que las mejores condiciones de iluminación tienen efecto en la realización de tareas específicas. En segundo lugar, agregó, está el saber sobre los efectos “no visuales” de la iluminación: “Esos conocimientos nos indican que diferentes tipos de luz —más azules o más rojas— afectan, siempre en combinación con otras variables, el estado de ánimo o el estado de alerta. Incluso pueden generar somnolencia o depresión”. En este punto, Pattini remarcó que “la luz y la oscuridad controlan nuestra producción de hormonas, lo que influye en nuestro sueño, estado de alerta, estado ánimo, memoria y rendimiento”.
La tercera pata que describió Martín es “la posibilidad tecnológica de diseñar la instalación de iluminación de modo tal de atender simultáneamente a los dos factores mencionados antes: los efectos visuales y los no visuales de la iluminación”. Al respecto, Pattini observó que “si pudiéramos controlar mejor la iluminación de nuestros edificios, podríamos crear soluciones que respaldarían nuestro bienestar”.
Antes de explicar cómo, un adelanto: la experiencia ya se hizo, fue en un espacio laboral y arrojó interesantes resultados. Según el informe Office Lighting Solution 2018 (que se difundió en estos días, en el marco del BIEL Light + Building Buenos Aires, un evento que se lleva a cabo hasta el sábado en La Rural), quienes fueron expuestos a iluminación saludable mostraron, en un 19%, reducción del cansancio. Además en la muestra se registró un 27% de mejora en la capacidad de concentración; un 37% más de agudeza mental y un alza del 23% en la satisfacción de los empleados.
Es necesario empezar a «modelar» la composición espectral de la luz artificial en busca de un “efecto activador o relajante sobre el organismo” Como explicó Fernando Deco, quien dicta cursos sobre iluminación centrada en el ser humano en la Universidad Tecnológica Nacional (Regional Rosario), es necesario empezar a «modelar» la composición espectral de la luz artificial en busca de un “efecto activador o relajante sobre el organismo”. Para eso, aclaró, la clave es que “la luz de los espacios se piense en base a las necesidades de las personas: los beneficios visuales, biológicos y emocionales que les da la luz”.
Fuente: Clarín